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Quico El Hombre Lobo ( Vida y Pensamientos)

Morir por el deber?

Morir por el deber?

Nos apena la triste suerte de humildes servidores que mueren en el cumplimiento del deber... Deber que, aunque no comulgaran con él, no están en condiciones de rechazar. Deber del que no pueden eximirse. Deber que tienen que aceptar aunque en ello les vaya la vida. Y, realmente, han sido muchos, pero muchos, los caídos en el cumplimiento del deber. De un deber que probablemente nunca gustaron. Pero les resultaba imposible desechar. País tan pobre, el nuestro, fue blanco, sin embargo, de numerosas e injustificadas agresiones.
Se vio precipitado en guerras internacionales. Se perdieron vidas por miles y miles. Corrió en torrentes la sangre de los muy bravos combatientes bolivianos. Se tiñeron de luto riguroso las páginas de nuestra historia. Se llenaron las calles de madres llorando sin consuelo. Se vio vagando de arriba a abajo a viudas y a huérfanos sin que nadie se condoliera de sus suertes.
Y a la hora de rendir honores.
Y a la hora de hacer recordaciones.
Y a la hora de montar homenajes con profusión de entorchados.
A esa hora nadie recuerda a los que cayeron silenciosamente en el cumplimiento de sus deberes. Recuerdan, eso sí, a los que agredieron a Bolivia. A los que invadieron el territorio nacional, arma en mano y gritando consignas extremas.
Para ellos es el homenaje.
Para ellos son los monumentos.
Esporádicamente se hacen acreedores de alguna mención los jefes que se pusieron al frente de los invasores. Pero esa mención es con denuestos. O en el mejor de los casos, de bajo color y de muy escasa resonancia.
Del soldadito que murió poniendo el pecho. Del que fue inmolado al paso de la turba ebria y sedienta de sangre.
Del conscripto anónimo que cumplió una orden que no podía desobedecer. Del que perdió la vida peleando fusil en mano porque pelear era su deber. Del que derramó su sangre para que unos pocos se alcen con el botín. Del que sucumbió para que otros pocos disfrutemos de paz, de orden y de seguridad.
De ese anónimo ser, nadie tiene cuando menos un homenaje de saludo. Ni una oración por el descanso de su alma. La vida suele ser muy injusta.

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